Entre la niebla y la luz

✨ La promesa de un nuevo comienzo ✨

Después de nuestro último viaje de “vacaciones” a Argentina, tomamos una decisión: el siguiente viaje sería para quedarnos definitivamente. Él extrañaba a su familia, a sus amigos, su tierra. Y yo… yo estaba ilusionada. Siempre había querido irme de Alemania. Desde pequeña decía que no me iba a morir allí. Y Argentina me encantaba.

Había algo en esa tierra que me hacía sentir viva. La gente era tan abierta, tan espontánea… No hacía falta planificar con semanas de antelación para ver a alguien. Bastaba con pasar por su casa, tocar el timbre, y si había tiempo, compartir algo; y si no, seguir el día sin drama. Me sentía bien. Me sentía querida. O eso creía, al menos.

Decidimos enfocarnos completamente en ese objetivo: mudarnos. Él decía que necesitábamos ahorrar más rápido, así que me convenció de dejar mi trabajo en el banco y pasarme a la gastronomía, porque con las propinas juntaríamos más dinero. Y le hice caso. Siempre le hacía caso. Tenía esa habilidad de envolver sus intereses en palabras dulces, en sueños compartidos que, en el fondo, siempre giraban en torno a lo que él quería.

Rápidamente conseguí trabajo en una cafetería en el centro. La verdad es que no me disgustaba. Los compañeros eran amables y el ambiente era liviano. El horario era razonable: normalmente cerrábamos a las 19:30, salvo algunos fines de semana de verano en los que estirábamos hasta las 22:00.

Estaba agotada, pero entusiasmada. Tenía una meta. Tenía una promesa. Lo que no tenía… era conciencia de cuánto estaba dejando de lado por seguir ese camino.

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